domingo, 29 de mayo de 2011

Las Libèlulas



Si siguiera lo que mis sentimientos me dicen... siempre,
me tildarían de loco, de necio o traidor.
Seria señalado continuamente por los dueños de la rigidez etérea,
por los religiosos mañosos y los creyentes ciegos e irreflexivos,
que le han hecho creer a la humanidad que ellos controlan la agenda de Dios
y han ocultado como y donde encontrarlo,
y por los otros, menos locos que yo,
que ni siquiera saben que su interior quiere expresarse... siempre

Me odiarían los políticos por hablarles continuamente de los pobres
imposibles de olvidar para todos nosotros... excepto para ellos.
Los educadores no soportarían mis reiteraciones
sobre sus desfachateces disfrazadas de errores.
Huirían de mí los padres irresponsables que golpean a sus mujeres
y destrozan las vidas de sus hijos por no poder dejar de pensar en sí mismos...
porque jamás se percataron del tesoro que tuvieron entre manos...
sus hijos e hijas y las madres de estos.

Tal vez sería inmensamente feliz a pesar de todo,
y haría reír a la parca en su momento de aliviar para siempre mis penas
y esta me daría algo más de tiempo en este mundo incierto
para contar mis historias a mis nietos adeptos a la locura,
durante las frescas noches de fogata en mi montaña
rodeado de mis perros, la luna, las estrellas,
y el susurro melodioso de los pinares... y de alguien más
compartiendo conmigo sus últimos días en este universo material.

Les contaría del gozo que experimente al hablar con gente sencilla,
que fui perseguido acusado de amores instantáneos,
de reír a carcajadas imposibles de acallar
en medio de mis noches cálidas abundantes en ternura, lágrimas
y canciones bellas en idiomas extraños.
Que las mujeres que pudieron conocerme profundamente,
secaron mi llanto de niño doliente y nostálgico cuando desnudaron mi alma,
y me enseñaron que la esencia de ellas es ser maravillosas.

Les diría que el ser humano es en verdad un tesoro de amor y nobleza,
limitado por paredes construidas de miedo, ambición, culpa y dolor,
que evoluciona hacia algo mejor... aunque a veces retrocede... y ¡espanta!,
o, se olvida del tesoro que encierra en si mismo, y lo cambia por tonterias,
dejando lo esencial y eterno por lo superficial y perecedero,
lo inmensurable por lo finito... el amor por el halago.
Les diría que la vida debe vivirse intensamente, como la viven las libélulas
con una vida tan corta, en la que, pese a todo, no dejan de ser libres... jamás.